Libreto: Carlos Urquidi G.

LOCACIÓN: Chihuahua capital

PRÓLOGO

En la parte más alta de la ciudad se eleva la estatua del príncipe feliz cubierta de láminas de oro y zafiros por ojos todo el mundo admira su belleza…

Palabras más, palabras menos aparecen en el cuento de Óscar Wilde ‘El príncipe feliz’.

CONTEXTO

Pero en Chihuahua, el viernes 11 de noviembre las cosas cambiaron: en una de las partes más bajas de la ciudad, un adefesio simula ser un príncipe, pero a este nadie lo admira, se ha ganado el odio de los artistas y creadores reales, quienes amparados por las sombras de la noche llegaron, se apoderaron de ese pueblo que costó 35 millones de pesos y que fue vendido a la gobernadora María Eugenia Campos y al presidente municipal Marco Bonilla, como “la obra más fastuosa jamás vista en tierras norteñas”. 

ESCENA UNO

El factor sorpresa dejó estupefactas a las autoridades estatales y municipales que resguardaban el parque El Palomar para acto seguido armar un operativo digno de película hollywoodense y capturar al más buscado el mundo.

¡El Palomar está blindado, el objetivo se localiza en el escenario! Son los del “Ghetto, donde los hombres pelean por falta de dinero”…

Cobijados en sus buhardillas, despreocupados de lo que ‘pasaba más allá de los muros’… del Palomar María Eugenia y Marco Antonio cobijados (Ay mis vidos, hasta sus nombres amaría Wilde) nunca pensaron que los creadores que menospreciaron desde el inicio de la polémica se deslizaban entre los arbustos del talado Palomar para apenas comenzara a clarear, gritarles las verdades que nunca quisieron escuchar: La golondrina y su príncipe es un robo a los dineros públicos. Así de simple.

ACOTACIÓN

Los artistas y creadores reales, esos que se parten el lomo para mostrar su talento a la comunidad, subieron hasta la parte más alta del escenario que ya con la luz del día no es más que estructuras metálicas con telones mal pintados.

¿Había un plan? Claro que había un plan.

ESCENA DOS

Día: Viernes

Hora: 5:45 am

Temperatura: 7 °C… eso nadie lo planeó.

Pegados a las paredes, sigilosos y zas, a la madre. 

Diez de los ‘aldeanos’ ya estaban trepados en la escenografía, arriba del último andamio, al lado contrario del balón de futbol americano o lo que sea que hayan diseñado. No iban por las joyas del príncipe, iban a exigir, de forma pacífica, el respeto a los derechos culturales.

Frente al escenario, las fichas roja y amarilla (seguridad privada o policías disfrazados como tales, sabrá) veían con estupor la chamaqueada que les acababan de dar: ¿qué hace esa gente allá arriba?

-Denme la orden y los bajo a chingazos, gritaban por radio. 

Arriba, empoderados, los manifestantes cantaban: no, no, no nos moverán. 

Y no, no los movieron,

Apenas al salir los primeros rayos de Sol El Palomar era el foco de atención estatal y nacional, agentes municipales y estatales comenzaron a llegar como golondrinas en verano apostándose en todos los puntos mientras otros más comenzaban a llenar el espacio de cintas rojas y amarillas, de peligro y de no pase.

Un agente pidió a los manifestantes que por seguridad  de todos bajaran del andamio y se mantuvieran a ras del escenario. Su petición fue atendida y así se hizo, demostrando los artistas, una vez más, que no son ‘malandros’ como se les pretendió descalificar oficialmente.

Y esas ‘vocecitas’ obligaron a ser escuchadas. La primera figura municipal en llegar fue el secretario del ayuntamiento Santiago de la Peña y otro funcionario ‘marujista’  acusado de misógino.

Ninguno logró nadita de nada. Pegados a sus teléfonos celulares se refugiaron en la carpa de los efectos especiales, ahí, junto al asta bandera para inmediatamente pasar al olvido de un segundo plano.

Acotación simple: ya han pasado casi tres horas desde la toma.

Los manifestantes de apoyo intentan enviarles comida y bebidas a quienes permanecen en el escenario, no hay éxito, unos de los Parchís –el del chaleco rojo- se apoderó de los burritos y el garrafón de agua y desapareció en una carpa con su cara burlona. Su acción le duraría poco pues se le ordenaría que llevara el itacate al escenario. Ahí aprendió que hay niveles.

La ciudadanía expectante veía todo el drama a través de las transmisiones en vivo.

La presencia de un visitador de la Comisión Estatal De los Derechos Humanos fue requerida, aunque no sirvió de mucho, hicieron más los muy pocos elementos de la Guardia Nacional quienes por momentos sirvieron de mediadores e informadores de que no se debían violar los derechos humanos de los manifestantes.

Aquí ponemos música dramática: esa fría mañana habría sacrificios políticos.

ESCENA TRES

Todos los actores de esa obra real pasaron del frío al calor y no solo corporal, sino político también.

A lo lejos, bajando se divisa movimiento, una figura emerge con exceso de custodia, era César Jáuregui, las vallas se abren. Camina al escenario, sube empoderado, baja viendo al suelo y se mete a los una de las carpas que sirven de camerino. 

Alberto Espino siempre pide su camerino.

El destrabador de entuertos de la gobernadora venía todopoderoso pero no la tenía fácil como supuso.

Al primer intento bajó de escenario con cara desencajaba, caminó apresurado y manoteando al frente, reviró y regresó con los manifestantes:

-Bajen, vamos acá y desayunan.

-No vamos a bajar, necesitamos que vengan dos compañeras y no necesitamos desayuno ya nos lo compraron, solo deja que nos lo hagan llegar.

Ordenó que buscaran a las dos compañeras de los artistas y que dieran paso a la comida que el colectivo llevó para alimentar a sus amigos artistas, se metió a la carpita junto al escenario. Lo seguían los del ayuntamiento con cara de ¿qué pedo?

Un conato de pleito le puso más tensión al ambiente un oficial intentaba dispersar un grupo de ciudadanos que apoyaban el movimiento, “es la vía pública y no nos vamos a mover de aquí”.

El agente municipal asomó su cabeza a la hondonada y al verse grabado desistió de su intento.

En los radios de los oficiales se escuchó la orden oficial: todo elemento armado debe salir del parque, repórtense al centro de mando.

CLÍMAX

Tras casi seis horas de manifestación, con la presencia de más y más artistas que llegaron a apoyar, de ciudadanos vigilantes, de más y más agentes policiacos y de reporteros quienes ya no podían mantener oculto el suceso, detrás de la carpa apareció la cara desencajada de César Jáuregui quien dirigió toda su humanidad al escenario para informar que las peticiones habían sido aceptadas. Acompañado de los manifestantes y frente a la prensa aceptó que había llegado a un acuerdo, además de disculparse por los calificativos descalificativos que habían vertido sobre los creadores chihuahuenses en días previos, “el gobierno del estado reconoce la legitimidad del movimiento que encabezan los artistas que han tomado las instalaciones de forma pacífica y queremos dejar en claro que no se trata de personajes con vinculaciones partidistas, con vinculaciones con grupos delincuenciales, se trata de un movimiento legítimo que busca formas de expresión y se ha encontrado la forma de encontrar el diálogo”.

-Kestapasanda diríamos si esto fuera un meme. 

César Jáuregui también prometió junto a Santiago de la Peña que el alcalde Marco Bonilla también tendría que retirar los señalamientos que hizo previamente vinculando al movimiento con partidos políticos y grupos de malandros.

Entre los primeros acuerdos se señaló la conformación del consejo estatal y consultivo de artistas a través de una convocatoria, además de que el movimiento ‘Artistas, creadores y ciudadanía vigilante’  seguirá el proceso de manera legal para que AEFE Producciones de Alberto Espino y Federico Elías responda sobre la adjudicación del contrato, así como las autoridades hacendarias y todos los involucrados. 

El amparo sigue en trámite.

EPÍLOGO

Autoridades estatales y los artistas aun no llegaban a palacio de gobierno cuando por medio de video Marco Bonilla se disculpaba públicamente, “sobre lo ocurrido esta mañana en El Palomar, es un movimiento de personas que no tienen un vínculo con partidos políticos ni con grupos delincuenciales y que han actuado además de manera pacífica”.

Los artistas celebraban en el kiosko comiendo naranjas y a la espera de dos contingentes de compañeros que veían de Cuauhtémoc.

ACOTACIÓN FINAL:

“Un tema presente en gran parte (si no en toda) de la obra de Wilde es el de la diferencia de clases socioeconómicas que resulta en el placer de unos pocos y en el padecimiento de muchos otros”. Hasta en la elección del tema de su montaje falló Alberto Espino.

¿FIN?.. Punto, hasta aquí

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5 thoughts on “Crónica del día en que la golondrina sacrificó a su príncipe en El Palomar”
  1. Muy buena crónica e inmejorable el movimiento de creadores de Chihuahua y la acción realizada. Que con todo ello se inicie una relación de respeto a la comunidad teatral y artística del estado y con ello, a los ciudadanos que han sido representados y defendido su derecho a la Cultura, no a intentos mediocres de imitación de grandes shows, que no es lo que demanda la realidad de Chihuahua ni el el país. ¡BRAVOO, VIVA EL ARTE Y LA CULTURA!

  2. Muy bien y valiosa defensa de los artistas independientes y ciudadanos vigilantes de Chihuahua. Todo mi apoyo para ellos que hoy continuan desenmascarndo el fraude financiero del gobierno de Maru campos y su vision elitista de la cultura en Chihuahua y pone en evidencia el daño al la creación de la cultura de los creadores democraticos de Chihuahua, entiendieno por democarticos su diversidad e independencia y trayectoria independiente. Bien por tu cronica Carlos y gracias.

  3. Excelente escrito! Me atrapó desde las primeras palabras.
    Una pluma que forma, enseña, crítica y que no está a precio del mejor postor como los mercenarios que tienen los gobernantes en turno.

  4. La obra de teatro El príncipe y la golondrina es un claro ejemplo de que algo viene fallando en las políticas culturales de la Subsecretaría de Cultura y si cabeza el gobernador y la gobernadora en turno en Chihuahua. Desde la creación del Instituto Chihuahuenses de la Cultura hasta su nuevo nombre, Subsecretaria de Cultura, esto se ha convertido en chambismo de partidos, amiguismos y compadrazgos. Vean la pobreza de la reciente Feria del libro, compuesta por tres nombres que se repiten hasta el cansancio: Edgar Trevizo, Erbey Mendoza, Ruby Myers y un poeta chafisimo cómo Sergio Pérez Torres. Eso porque el dinero lo destinaron al despilfarro de esa obra de teatro y sacrificaron el Festival Chihuahua.

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